04-09-2015
El conocido como “
Testamento del uno para el otro, y después para los hijos” supone el más común en cuestiones de herencias ya que se trata del más utilizado por los matrimonios al ser el más sencillo de redactar y también el que les proporciona mayor seguridad.
En este documento cada uno de los cónyuges se lega respectivamente el
usufructo universal de todo lo que poseía el fallecido al cónyuge que sobreviva y se nombra herederos a los hijos por partes iguales. De hecho, ante un Notario cada cónyuge
otorga testamento al mismo tiempo aunque lo firma por separado.
En el “Testamento del uno para el otro, y después para los hijos” se recoge que en el momento en que fallezca uno de los dos cónyuges, el patrimonio y bienes del matrimonio será utilizado por el que sobreviva al convertirse en usufructuario universal y posteriormente, cuando ambos hayan fallecido, todo pasará a los hijos a partes iguales.
De este modo, en el momento en que el marido o la mujer se quede viudo, tendrá derecho a utilizar todo aquello que forme parte del
patrimonio de ambos, así como percibir las rentas del mismo.
Es decir, si existen alquileres, percibirá las rentas de los mismos y
podrá utilizar la casa familiar mientras viva sin que los hijos puedan negarse a ello. Sin embargo, al ser usufructuario, el viudo o viuda no podrá vender ninguno de los bienes del patrimonio conyugal sin consentimiento previo de los hijos.
Por esta circunstancia en muchas ocasiones, tanto el viudo como los hijos utilizan una fórmula al repartir la herencia que posibilita que la persona que queda del matrimonio pueda disponer de los bienes que le corresponden libremente.
En este sentido, los hijos ofrecen al padre o madre la posibilidad de recibir lo que le corresponde por ley (un tercio de la herencia) en lugar del
usufructo de todos los bienes del matrimonio. Dicha porción podrá ser dispuesta libremente por el viudo o viuda que podrá venderla o destinarla como mejor le parezca.
En definitiva, este tipo de testamento busca proporcionar la máxima seguridad al cónyuge viudo llegado el momento del
reparto de la herencia, en especial respecto a la vivienda habitual del matrimonio y sobre todo, si ésta es el único inmueble de la herencia, para dar así mayor estabilidad y cohesión a la familia.
